Trenes literarios

Quihubole, feliz año a todo el mundo. Empiezo agradeciendo a toda la gente querida que lee estas notas. Este año habrá algunos cambios en la forma, porque quiero dedicar el Newsletter a mi nuevo proyecto literario: escribir en trenes.

Hace un tiempo hice un envío donde hablaba de los trenes en América Latina, sobre todo desde la nostalgia, viejas historias vividas y leídas. Hoy quiero revivir la sensación desde otra perspectiva, desde la apropiación del territorio y el paisaje, desde la vida a bordo.

Después de tantos años de viajar, la cuenta va ya por 73 países, muchas veces me han preguntado que quisiera conocer, donde quiero ir. La respuesta va cambiando con los años, pero algo que es claro para mi, es que más que la cuenta de países, o ciudades o ríos o mares, quiero explorar los flujos, las conexiones, los hilos invisibles que unen historias, vidas, ecosistemas.

Quiero explorar las ciudades que conecta el viento alisio, que viene del norte cada navidad; la ruta que transportaba la seda, la que tan magistralmente describió Baricco; el camino de los huracanes que vienen desde la calma atlántica de Cabo Verde y conectan los recuerdos viejos de Laurasia y Gondwana; las viejas rutas olvidadas que guardan la memoria titánica de la expansión, en Africa, Norteamérica y el Sur de América. Quiero volver a Nuevo México, al parque donde un día encontré mi apellido entre la lista de colonizadores y recobrar la memoria del asombro, la historia compartida de los indios Pueblo, la cercanía de cosmovisiones que se conectaron por caminos de una tierra con nombres escondidos.

También quiero recorrer los espacios del arte. Los grandes flujos de color, sonido y sombra. Los corredores de los museos y las galerías, la historia de quienes pintaron y nos dejaron otra vida por entender, otros códigos para interpretar.

Un comienzo.

Ahora vivo en la ciudad de Washington. Desde que llegué me he dedicado a conectar las líneas invisibles entre librerías, salas de concierto, bares y galerías. Caminando por la Galería Nacional de Arte, entre salas conectadas por el arte de impresionistas franceses, pensé que voy a comenzar por ahí. Hace miles de años, cada vez que veo The Nighthawks de Edward Hopper, pienso que hay algo de mi ahí. Quizás por mi pasado como dueño de un bar, como testigo privilegiado de tantas vidas que pasan por ahí, fugazmente. O tal vez por haber estado del otro lado, tomando vodka y llorando por una mujer que se fue para nunca volver.

Recorrido planeado para hoy.

Entonces decidí que mi vida de exploración continuará tomando la punta de ese hilo, con dos cosas que quiero hacer:

Pararme frente a la pintura, y caminar los pasillos del Instituto de Arte de Chicago, hasta llegar adonde está. Regresar a Washington en tren. Inaugurar un año de escritura que tendrá como pretexto, ecosistema habilitante, los vagones de quien sabe cuantos trenes. En adelante, escribiré este newsletter para contar y compartir esa experiencia literaria, vivencial, territorial.

A partir de este fin de semana, le propongo a usted que me acompañe en la aventura de escribir en la sala de los museos y los vagones de los trenes.

Un plan

El plan por ahora es así (acepto recomendaciones, invitaciones y sobre todo compañía):

1. Arts Institute Chicago (enero 2025)- . Regreso en AMTRAK Floridian 41, Chicago - Washington DC

2. Albuquerque y Santa Fe (Junio 2025) - Regreso en combinación de tren y avión.

3. Annecy Alpes Franceses - TGV de Paris a Lyon (Setiembre 2025). RER a Grenoble y Annecy

4. Un tren recomendado en América del Sur (diciembre 2025).

Bueno, hasta pronto.

Termino este corto newsletter desde el aeropuerto de Washington, a punto de salir para Chicago. Un mañana muy fría, con promesa de nieve y mucho arte.